13.10.10

Glam Metal

Con dedicatoria a mi viejo amigo, 
Rodrigo Villalobos

Hace un par de semanas fui contactado por un viejo amigo a través de facebook. Los recuerdos de hace 21 años –prácticamente todos buenos- se me vinieron a la mente en cascada. Recordé con regocijo mi violenta adolescencia, tiernamente plagada de pulsiones destructivas. Porque, para qué ocultarlo, de cualquier forma, los que me conocen de entonces, saben que fui un adolescente que expresó su rebeldía mediante la violencia, a veces material -incendios, pedradas, choques, peleas- y a veces simbólica –mi forma de hablar, de vestir y de ornamentarme. Entre los 14 y los 16 años, la propiedad ajena era un blanco ineludible en mi agenda vandálica. La consigna era dañarla. Y bueno, podría seguir y secuestrar esta columna para forzarla a escuchar mis confesiones como si fuese una sesión terapéutica ante un psicólogo enmudecido, sin embargo, no lo haré. Y es que esta introducción tiene como primordial objetivo contextualizar mi gusto por cierto tipo de música.

En 1989, el muro caía y con él toda la utopía comunista (excepto la de algunas primitivas dictaduras), Salvador Dalí dejaba de existir al menos corporalmente, Oliver Stone ganaba el Óscar con Nacido el 4 de julio, Marco Van Basten, junto al Milan, dominaba Europa y Nintendo reinaba en nuestras manos. En ese entonces yo tenía 14 años y mis preferencias musicales comenzaban a definirse. Por fortuna, éstas continuaron cambiando y enriqueciéndose con el paso del tiempo. Al menos, esa impresión tengo yo. Pero en el último año de la década de los años ochenta, yo apenas empezaba a vislumbrar a mis favoritos. El boom, para mí más atractivo, era el del heavy metal. Comenzaba a escuchar a Metallica, a Megadeth y a Judas Priest. Sin embargo, la imagen que más robaba mi atención, es decir, la que más tenía en común con mi personalidad dubitativa e imberbe, era la de cierta corriente metalera llamada: glam metal o hard rock o hair metal. Los integrantes de bandas como Skid Row, Guns N’ Roses, Mötley Crüe, Cinderella, Poison, L.A. Guns, entre otros, reunían –de acuerdo con mis incipientes estándares la dosis perfecta de exhibicionismo, valemadrismo, agresividad y musicalidad, que mi calenturienta edad solicitaba.

El glam metal es uno de los entenados predilectos del hard rock. El hard rock surgió a mediados de la década de los años setenta. Entre otros, sus principales representantes fueron bandas como The New York Dolls, Alice Cooper (estos dos, acaso los primeros en maquillarse), Van Halen, Aerosmith, Def Leppard y AC/DC. Remontándonos aún más en el tiempo, la genealogía lanza los apoteósicos nombres de Led Zeppelin, Deep Purple y Black Sabbath. Cuenta la leyenda, que el hard rock comenzó sus coqueteos con el pop rock allá por el año de 1974. Fue un cuarteto con las caras pintarrajeadas en blanco, negro y plateado, el que comenzó el desmadrito: se hacían llamar Kiss.

A partir de ese momento, comenzaron a surgir más y más bandas que fusionaban los estruendos de la distorsión que tampoco lo eran tanto con melodías muy accesibles de estribillos pegajosos y coros entusiastas: “I wanna rock & roll all niiiight and party every day!”.  ¿Alguien no se acuerda?

La influencia de Kiss es devastadora. En Finlandia, el grupo Hanoi Rocks, liderado por el multinstrumentalista Michael Monroe, comienza la transformación: vestimentas coloridas y afeminadas, cabellos teñidos, boquitas pintadas, rímel, delineador, sombra aquí y sombra allá…  Todo esto aunado a un sonido en el que predominan los riffs unas veces más pesados, no obstante, casi siempre alegres y repetitivos, y cuya misión principal es la de acompañar las voces generalmente agudas de los carismáticos frontman (figura importantísima para entender la idiosincrasia del fenómeno), pero que no llegan a la estridencia. A esto se le suman baterías potentes que, sin embargo, no rebasan el beat intermitente del rock tradicional. La velocidad, cuando la había, se manifestaba en los solos, donde los megalómanos guitarristas solían exhibir sus habilidades con las seis cuerdas.

La moneda, pues, estaba echada: el nuevo producto fusionará un estilo musical mucho más cercano al pop rock, pero haciendo gala de las actitudes más naive de los contestatarios punks de finales de los años setenta. En Nueva York, cuatro maniáticos llamados Twisted Sister, continuaban con la gestación del nuevo género: el glam metal.

La explosión, entonces, llega con el cambio de década. Los años ochenta se envisten como herederos de la liberación sexual ganada por sus antecesores. Lo anterior, aunado al creciente avance tecnológico y el arraigo definitivo del capitalismo, provoca una serie de reacciones que se ven reflejadas en prácticamente todos los estratos de la cultura mediática occidental. Como ejemplo, y como ya había anticipado, la liberación sexual hippie conlleva a una nueva corriente de ambigüedad. Los homosexuales comienzan a dar pasos importantes para poner fin a su discriminación. Y los heterosexuales se rinden ante la galopante androginia de las nuevas tendencias. Los grandes íconos pop son, de igual forma, representantes de esta transformación: Madona, Michael Jackson, Boy George, Prince, David Bowie, entre otros.

El glam metal se consolida a principios de la década ochentera. Las bandas, además de las ya citadas, que terminaron de dar forma al nuevo movimiento fueron: Mötley Crüe (Too Fast For Love, 1983), Quiet Riot (Metal Health, 1983) y Ratt (Out Of The Cellar, 1984). Con este precedente, para 1985 vendría una segunda y prolífica ola de bandas glameras. Apoyados en una fuerte difusión tanto en revistas musicales (Circus Magazine, Power Line, Hit Parader, Kerrang!) como en la televisión a través de MTV, la segunda generación de glammetaleros estaba por ver la luz. Para 1986, Poison (Look What The Cat Dragged In), Cinderella (Night Songs) y Bon Jovi (Slippery When Wet) reafirmaron que el género estaba vivito y coleando. Pero no fue hasta 1987, que el mundo presenció el despertar del gigante. Las apariciones de Girls, Girls, Girls de Mötley Crue, de Hysteria de Def Leppard y de Faster Pussycat del grupo homónimo, se vieron opacadas por los poderosos reflectores del disco Appetite For Destruction, de una banda llamada Guns N’ Roses. Esta producción significó un verdadero antes y después al menos en lo que a comercialización del género respecta. Sencillos como Paradise City y Welcome To The Jungle ascendieron rampantes en las listas de popularidad. La balada Sweet Child O’ Mine se mantendría, incluso, en el primer lugar de estas listas durante algún tiempo, además de, prácticamente, convertirse en un himno generacional.

1988 fue otro año fructífero para las bandas del género del maquillaje. Poison editaría su segundo álbum titulado Open Up And Say… Ahh!, de donde emanaría el sencillo Every Rose Has Its Thorn, una balada que derramaba miel descontroladamente y que devendría número uno de las listas. Para entonces, era muy común encontrar este tipo de melodías, las cuales destacaban principalmente por su cursilería, pero que constituían asimismo el gran imán del género. Aunado a esto, la cadena MTV repetía hasta el cansancio los videos de los éxitos del momento, además de dedicar espacios especiales en programas como Headbanger’s Ball, para difundirlos y comercializarlos.  En este mismo año, Bon Jovi, editaría su segundo y más exitoso material discográfico titulado New Jersey.  Y, precisamente, de este pequeño estado ubicado al sur de Nueva York, surgiría una de las últimas bandas exitosas en la era del glam metal: Skid Row.

Recién comenzaba el año de 1989 cuando aparece el disco titulado Skid Row, cuyo interior contenía verdaderas bombas. Los sencillos Youth Gone Wild, I Remember You y 18 And Life, fueron éxitos instantáneos. La banda ofrecía una especie de hard rock muy melódico y su cantante, Sebastian Bach, hacía recordar a las mejores voces de los años setenta (Robert Plant, Ian Guillan). Sumado a esto, el grupo tuvo un fuerte impulso comercial en las revistas de moda, debido a su imagen, principalmente la de Sebastian Bach, de quien el contrastante Mike Patton (Faith No More, Mr. Bungle) dijera alguna vez: “Podría fácilmente aparecer en un comercial de Avón”. Skid Row tomaría en su segundo material discográfico, Slave To The Grind de 1992, un rumbo distinto al del tradicional glam metal, experimentando con un metal más sofisticado y duro. Sin embargo, el disco Skid Row fue, sin temor a errar, uno de los grandes momentos del género.

En ese mismo año, aparece el segundo disco de la banda L.A. Guns, liderada por el guitarrista Tracii Guns (quien, junto a Axl Rose, fuera cofundador de Guns N’ Roses) y el cantante Phil Lewis. El álbum llevó por título Cocked And Loaded y, a pesar de ser, a mi gusto, uno de los mejores discos de la época, tuvo un éxito comercial muy discreto. La otra banda relevante, aunque una de las más chocantes, fue Warrant. Su imagen era una copia de todos sus predecesores y sus canciones podrían haber sido cóvers de George Michael acompañadas de guitarritas seudometaleras. En cualquier caso, la banda gozó de éxito comercial durante un periodo de cuatro años, lo que ya era mucho decir para los glameros. En este lapso, los de Warrant publicaron un par de álbumes: Dirty Rotten Filthy Stinking Rich (1989) y Cherry Pie (1990).

El comienzo de la década de los noventa testificó los últimos alientos del glam metal. Sin embargo, las patadas de agonía no se deben desdeñar. Axl Rose, Slash y compañía regresarían con uno de los mejores trabajos de la historia del rock. El disco doble Use Your Illusion I & II, se desmarcaba un tanto de los recursos musicales más convencionales del glam metal, con una variedad de sonidos que iban desde el heavy metal hasta el blues, pasando por algunas melodías punks. El otro trabajo importante de estos años fue Flesh & Blood de Poison. No obstante, las comparaciones entre uno y otro trabajo serían una necedad. A diferencia de la producción doble de Guns N’ Roses, el disco de Poison apostaba por algunos de los sonidos más suaves y ligeros de la historia del glam metal. Si los de Guns N’ Roses habían endulzado su trabajo con canciones tan amorosas como November Rain o Don’t You Cry, los de Poison empalagaban los tímpanos con un álbum que mantenía, prácticamente en su totalidad, el mismo tono sensiblero. Con todo lo anterior, el disco de Poison vendió estratosféricamente, al igual que el disco doble de sus contemporáneos, Guns N’ Roses.

Tras poco más o menos de diez años de tatuajes con calaveritas, caras pintadas, pañoletas multicolores en la cabeza, vestimentas estrafalarias, baladitas insufribles y desmanes sobre, atrás y fuera del escenario, originados por los exabruptos de los venerados rock stars, el mundo de la música especialmente el estadounidense atestiguó el advenimiento del anticristo. En 1991 un terceto de Seattle que se hacía llamar Nirvana, edita su segundo álbum de larga duración titulado Nevermind. Este mismo año, el cáncer se propagaría rápidamente convirtiéndose en metástasis, cuando bandas como Pearl Jam (Ten), Soundgarden (Badmotorfinger), Screaming Trees (Uncle Anesthesia), Mudhoney (Every Good Boy Deserves Fudge) y Alice In Chains (Dirt éste, de 1992) enarbolaran la bandera del relativamente nuevo movimiento: el grunge. Novedad de reciente surgimiento únicamente en el plano comercial, puesto que el movimiento se habría iniciado subterráneamente unos ocho años atrás con discos como U-Men (1984) de la banda homónima o Come On Down (1985) de Green River o Six Songs (1986) de The Melvins.

En los años por venir, los estragos se harían cada vez más constantes y evidentes. Muchas bandas de glam metal decaerían en parte como consecuencia de la ascensión del movimiento grunge y en otra no menos importante, al ser víctimas de sus propios excesos (drogas, alcohol, comercialización, etcétera). Al respecto, el documental The Decline Of Western Civilization Part II: The Metal Years es muy ilustrativo.

El grunge trajo consigo nuevas excentricidades, cambiando las chapitas, el bilé, el pelo teñido y los ajustados pantalones de cuero (paquete incluido), por una actitud bipolar que giraba en torno a la ira y la depresión, todo esto acompañado de un look desaliñado y roto. Musicalmente, hubo una revolución que duraría sólo algunos años, pero que cumpliría su función transitoria, sin la cual, no alcanzaríamos a entender en su totalidad todo ese movimiento indie que invade actualmente nuestros oídos y nuestra cultura.

Mi amigo anduvo extraviado por varios años. Mientras tanto, el mundo siguió su curso. A diferencia de nuestra apariencia, nuestros gustos y nuestra cultura ─todo lo cual se mantiene en constante mutación─, los recuerdos de aquella época adolescente del glam metal siguen ahí, firmemente enraizados, inamovibles. 


THE DECLINE OF WESTERN CIVILIZATION PART II: THE METAL YEARS