24.8.10

The Big Lebowski - Soundtrack Original (1998)

Una de mis películas favoritas de todos los tiempos es The Big Lebowski, dirigida por los hermanos Coen en 1998. 

Un buen día de verano español, mi querido amigo mexicocatalán, Manelic Martí, mientras pasaba una temporada en mi casa, me habló de este film. Me dijo que estaba cagadísimo. Luego lo fuimos a rentar, nos dimos un toque y lo vimos. Poquísimas veces me he reído tanto con una película. La experiencia por decirlo de una forma –muy trillada, por cierto- fue, por lo menos, surreal. Los personajes –lo sabrán quienes la hayan visto- son memorables. Es de todos conocido que los guiones escritos por los hermanos Coen suelen consistir en una serie de nudos amarrados y desamarrados tanto por protagonistas como por espectadores. Los Coen hacen que el espectador participe activamente en sus películas, y esto, a su vez, hace de ellas algo excepcionalmente divertido.
 
Y aunado al legendario antihéroe The Dude –interpretado por Jeff Bridges-, al emocionalmente desequilibrado Walter Sobchak –caracterizado por John Goodman- y al trágicamente subestimado Donny –encarnado por Steve Buscemi-, está el impecable soundtrack compilado y producido por Carter Burwell y T-Bone Burnett, respectivamente.

El soundtrack abre con la otrora relativamente desconocida canción de Bob Dylan, The Man In Me. Originalmente, esta rola figura en un disco de 1970 titulado New Morning. La melodía es cadenciosa y románticamente optimista. Es perfecta para la tercera secuencia  de la película –la primera en el boliche- y para luego ser reproducida, por segunda vez, durante las alucinaciones oníricas de The Dude, después de ser golpeado para sustraerle su alfombra.

El segundo track, Her Eyes Are A Blue Million Miles, corre a cargo de Captain Beefheart and the Magic Band. Es una extracción del disco Clear Spot de 1972. Una melodía con un ritmo pegajoso, pero que no llega a ser aburrida. La base rítmica armada con guitarras acústicas da el punto de calidad. Además, la aguardientosa voz de Cpt. Beefheart va alegrando el camino desde el principio hasta el final.

Luego viene el track My Mood Swings. Con bases melódicas que van del swing al surf, dándole un rozón al country, Elvis Costello ejecuta esta pieza que no desentona en nada con las dos anteriores.

El puente siguiente está conformado por dos tracks básicamente instrumentales: el primero de la soprano peruana Yma Sumac, titulado Ayapura. La grandiosidad operística de Sumac se hace manifiesta en un track que induce a las visiones de estar adentrándose cautelosamente en una selva. El segundo es de Piero Piccioni y se titula Traffic Boom. El prolífico músico italiano, famoso por sus aportes musicales a más de 200 películas, esta vez se hace presente con algo que coquetea con un acid jazz repetitivo como el paisaje de una carretera. El sonsonete sólo es interrumpido por una especie de cláxons que comienzan en primer plano y luego se difuminan nuevamente en la melodía principal.

Para el sexto track, Burwell opta por una versión exquisita del clásico de Duke Ellington, titulado I Got It Bad (And That Ain’t Good). La versión está interpretada por Nina Simone. Una de las mejores piezas del disco, si no la mejor. La voz de Simone tiembla mientras el piano atrás, pausadamente, imprime el toque complementario al transe melancólico.

El excéntrico paria estadounidense, Moondog, aporta el track Stamping Ground acompañado de una orquesta. La pieza tiene todas las cúspides épicas que uno podría esperar de algo que surge de la mente del que fuera también conocido como The Viking of 6th Avenue. La base melódica va cobrando fuerza en decibles después de un comienzo más bien minimal. Para el final, son ya varios instrumentos de viento y de cuerdas los que dan vida propia a la pieza. A la mitad, Moondog interrumpe con un fondo en el que se escuchan sonidos de calle y el rezo de un críptico epigrama: "Machines were mice and men were lions once upon a time. But now that it's the opposite it's twice upon a time.".
 
Nuevamente The Dude yace inconciente, esta vez drogado por alguna sustancia que el magnate pornógrafo, Jackie Treehorn, ha disuelto en su bebida, un ruso blanco. Sus alucinaciones no podían ser mejores ni tampoco -tratándose de The Dude- distintas: enseñar cachondamente a jugar a Maude Lebowski –quien luce con sensualidad un atuendo vikingo-; flotar sobre un línea de boliche boca arriba mientras una docena de bailarinas forman una especie de túnel separando sus piernas para que él pase a través y pueda mirar lo que hay entre ellas. La canción de fondo: Just Dropped In (To See What Condition My Condition Was In), interpretada por Kenny Rogers. Uno de los momentos indispensables del film, sin lugar a dudas. Con coros sensacionales, guitarras lentas pero con suficiente distorsión, con un bajo que serpentea a lo largo de la pieza brillando intensamente  y con esa tonada country-rock tan característica de Rogers, esta canción podría ser considerada el sello distintivo de la cinta en su totalidad.

Luego viene una ejecución puramente vocal de Meredith Monk. Mezclando a capella diferentes tonos vocales, la prolífica artista neoyorquina de alguna manera hace referencia a las estrambóticas creaciones de Maude Lebowski dentro del film. Una asociación arbitraria, si se quiere, pero qué más da.

Mancini le mete color y calma al álbum en su siguiente track. La canción se titula Lujon y fue compuesta en la década de los cincuenta. Ha sido utilizada en algunas películas más y sirve sólo como un descanso auditivo dentro del soundtrack. Prescindible sin duda.

Pero si podíamos haber eliminado el track anterior, sucede lo contrario con el número 11. Los Gipsy Kings hacen su aparición con todo el poder rumbero. Versionando la legendaria pieza de The Eagles, Hotel California, los músicos gitanos exponen una muestra magnífica de velocidad y virtuosismo flamenco. En la película, el momento no podía ser mejor: la aparición de Jesus, brillantemente interpretado por John Turturo. El tipo es uno de los contrincantes de The Dude y sus amigos, en el boliche. Cuando uno ve esta película se queda con ese peculiar personaje para siempre en la memoria. Su presencia latina, arrogante y perversa, desde el inicio va acompañada del cóver flamenco de los Gipsy Kings. Una de las mejores escenas de la película, así como un muy buen momento del soundtrack en general.

El penúltimo track, Wie Glauben, es a la vez un homenaje a los legendarios Kraftwerk y un fondo para introducir a la tercia de  Nihilists, uno de los cuales es interpretado por Flea, el bajista de los Red Hot Chili Peppers.

En la escena los 3 personajes, con un bizarrísimo acento alemán, intentan primero cobrar la recompensa de un secuestro y luego despojar a The Dude y sus dos compinches de sus pertenencias. Sin embargo, los Nihilists no cuentan con la psicópata reacción de Walter quien, tras arrojar su bola de boliche directo al torso de uno de sus asaltantes, procede a arrancarle de una mordida la oreja a otro de ellos. Durante toda esta secuencia se escucha Wie Glauben, cuyo compositor es precisamente el mismo compilador del resto del disco: Carter Burwell. Al final de la secuencia, Donny muere.

Finalmente, el último track corre a cargo de Townes Van Zandt. Se trata de un cóver de la canción Dead Flowers, compuesta por Mick Jagger y Keith Richards, para el disco de The Rolling Stones, Sticky Fingers, de 1971. La pieza sirve para la secuencia final de la película y el inicio de la aparición de los créditos. Bonita canción para despedir. Le pone la guinda al pastel y, por ahí, comienza a crear un sentimiento de nostalgia incluso antes de que acabe el film. Y, ¿quién no recuerda con buena nostalgia la historia de The Dude y sus camaradas?

Del soundtrack original se quedan fuera varias de las canciones que suenan en la película. Fácilmente podría haber un segundo volumen que incluyera Run Through The Jungle y Lookin’ Out My Backdoor, ambas de Creedence Clearwater Revival; Peaceful Easy Feeling, de The Eagles; Oye Cómo Va, de Santana, Viva Las Vegas, de Doc Pomus y Mort Shuman, entre otras. Sin embargo, la compilación de Burwell es sólida. Después de todo, no era tarea fácil conjuntar melodías de tan variada genalogía musical: flamenco, jazz, electrónica, rock, country, a capella, etcétera.

The Big Lebowski es una película inolvidable y sus canciones son imprescindibles para que ésta lo sea. 



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