25.4.10

Silvio Rodríguez - Antología (1978)

Escribir sobre lo más cercano, lo más familiar, es para mí lo más difícil. Cuando pensé en hablar sobre Silvio Rodríguez, supuse que las palabras brotarían naturalmente, con cierta facilidad. Me equivocaba. La idea musical de Silvio Rodríguez ha crecido en mí desde la cuna. Pero siempre ha estado tan cercana que ahora me cuesta trabajo verla aunque sea con un poco de objetividad. Es como intentar ver los detalles que no son hermosos en un hijo propio. ¡Prácticamente imposible! Es por ello que todo se complica, puesto que no quiero cansarlos a ustedes, amables lectores, con una lista de loas personales tan melosa que en lugar de acercarlos a Silvio los distancie irremediablemente. A ver qué sale.

La primera vez que recuerdo haber escuchado a Silvio habrá sido por ahí de 1981 u 82. Es seguro que mi madre tocó algún disco mucho antes, pero mi lastimada memoria no da para más. El disco de cajón era Antología de Silvio Rodríguez. Sonaba y sonaba mientras mi madre cantaba y cantaba. Algunas letras se me iban quedando: Y tú apareces en mi ventana / suave y pequeña, con alas blancas / Yo ni respiro para que duermas / y no te vayas (Mariposas). Ahora, 29 años después, tengo la certeza de que ahí sellé mi pacto con la poesía para siempre.

Desde luego mi fantasía infantil era más receptiva con ciertos personajes. Tal es el caso de El Rey De Las Flores, que impactó mis años de niño como un proyectil de eso, de flores: El Rey de las flores tiene lagartos / que cantan de salto en salto / Tiene batallones de abejas chiquitas / y arañas, babosas y aves bonitas. Mi pensamiento en aquel entonces sólo alcanzaba para tener una ligera sospecha de que algo no andaba tan bien en ese reino, ya que siempre que llegaba el final –al cual, por cierto, dedicaba especial atención- me quedaba una ligerita sensación de tristeza: Sobre los floridos campos / del Rey de las flores veo a mi hijo / y llamándolo hay una voz. / Quedó partido en dos mitades / por una bomba que cayó.

Poco a poco, conforme iba creciendo me fui interesando por otras canciones. La fantasía se iba transformando en un mensaje más profundo, pero igualmente cautivador. Entonces, ahora ponía más atención en los acentos que hacía mi madre en su canto. Ella, al ver que mi interés iba en aumento, ahora me miraba a los ojos mientras cantaba y yo sabía que su canto era mío: Soy feliz, / soy un hombre feliz, / y quiero que me perdonen / por este día / los muertos de mi felicidad  (Pequeña Serenata Diurna). Después, pasaba un rato tratando de asimilar por qué estaba ahí el énfasis de mi madre, cómo podían estar ligados los muertos a la felicidad y por qué Silvio pedía perdón por ello. Nunca preguntaba y no me acuerdo de mis respuestas. De hecho todavía tengo dudas, la diferencia es que ahora soy capaz de generar una respuesta diferente cada día. Eso mantiene al rojo vivo mi pasión por las canciones de Silvio: siempre me dan algo distinto. Así, un día entero escucho un solo disco una y otra vez. Me voy deteniendo y conmoviendo con su poesía en distintos puntos y los versos se quedan marcados como una cicatriz, de igual forma que todas las cicatrices de mi infancia.

Al escribir estas líneas hay muchos recuerdos que se revuelven ansiosamente en mi cabeza. Pero tan íntima como he decidido hacer esta vez la columna, no puedo dejar de compartir uno en particular. Una anécdota que es quizá la que me tiene hoy escribiendo sacudido por la nostalgia y la alegría. Fue una de esas noches en las que habíamos tenido invitados. Pero ya no estaban. Yo debía dormir, pero algo me despertó y sentí ganas de ir al baño. Al salir de mi recámara escuché la voz de Silvio cantando: Madre, en tu día, / no dejamos de mandarte nuestro amor. / Madre, en tu día, / con las vidas construimos tu canción. Mi padre estaba ahí, en silencio, escuchando. Y lloraba. Yo pensé en mi abuela muerta hace unos años. Pensé en orfandad, pensé en tristeza. Pensé en pérdida. Pensé en mi madre. Años después reconocí el tono más bien patriótico de la canción. La relación con la guerra de Vietnam, etc. Sin embargo, no sé de qué forma ni en qué medida, pero sé que esa noche, esa letra y ese llanto marcaron para siempre mi percepción sobre la vida y sobre sus inherentes y trágicas contradicciones.  Madre, que tu nostalgia se vuelva el odio más feroz -decía Silvio. Y seguía: Madre, los que no estemos para cantarte esta canción, / madre, recuerda que fue por tu amor.

Los años han seguido pasando, he perdido familia, amigos, amores, mascotas y neuronas, pero la Antología ha seguido conmigo. Con sus clásicas canciones, sus imágenes, su contundencia.  Con la obligatoria Canción Del Elegido y la eterna duda de si se refiere a Fidel o al Ché o a Cristo. Y, ¿por qué no pensar que se refiere a todos los hombres? ¿O a ninguno en particular? Con Esto No Es Una Elegía, un poema de claroscuros, de Cuba, de inmenso amor, un poema que ahora sé que quiero recordar hasta la muerte: Tú me recuerdas el prado de los soñadores, / el muro que nos separa del mar, si es de noche. / Tú me recuerdas, sentada, / ciertos sentimientos / que nunca se sabe que traen en las alas: / si vivos o muertos.

Silvio trovador. Silvio revolucionario, Silvio cubano. Silvio fuente de mis recuerdos infantiles. Silvio cómplice revelador del amor materno. Silvio que hiciste llorar a mi padre. Silvio que hoy comparto con los demás para intentar abrir una puerta. En mí, querido poeta, ya has abierto varias.
A Martha y Efraín, eternos enamorados

4 comentarios:

Nanu dijo...

Y en mí suena clavado: "que hago ahora contigo,
las palomas que van a dormir a los parques
ya no hablan conmigo,
que hago ahora contigo
ahora que eres la luna, los perros
las noches todos los amigos" porque me lleva a un lugar precioso, un lugar en mi cabeza, pero con una sensación de calorcito y sonrisas..ese y muchos otros temas preciosos del gran silvio-.

Mastodonte dijo...

Tù lo has dicho, querida Nanu, el gran Silvio! Feliz de que ahora sí coincidimos. Muchos saludos!

aitana carrasco dijo...

Pinche Efraín... me hiciste llorar.
Silvio es una herencia. Una herencia que heredé y una herencia que daré en herencia.

Diábolo dijo...

Así seguiremos transmitiendo su poesía, Aitana querida.