13.1.11

Mick Jagger - She's The Boss (1985)

Hace unos días, mientras hacía el rutinario recorrido por facebook, revisando las más recientes publicaciones para ver qué había que leer o que escuchar, veo que el editor de Replicante, mi amigo, Rogelio Villarreal, ha posteado una canción de Mick Jagger titulada Hard Woman, además de acompañarla con la frase: “Chingonería de rola y de video…” Como suele suceder con sabores y olores que resultan familiares, la música me trajo a la mente una etapa anterior de mi vida. Entusiasmado como niño, comencé a hurgar en mi memoria para recordar cómo fue que escuché por primera vez ese álbum. Así, tratando de ser cauto con las idealizaciones falsas y extravagantes de mi propio pasado, me rendí placenteramente a la nostalgia. De esta forma, desenterré el recuerdo de que habría sido mi tío Salvador (Chava) el que me presentó aquel conjunto de canciones el mismo año de su lanzamiento, en 1985. Recordé la hoja de las letras que extraíamos del interior de la caja del acetato, ilustrada con una fotografía de Jagger quien mira a la cámara con inusitada inocencia. Imagen donde también se aprecia a una mujer en el fondo, semivestida, con el torso reclinado hacia el frente como si hiciera ejercicios de estiramiento, se sujetara las tobilleras o se dispusiera a amarrarse las agujetas de un calzado inexistente.

El disco se titula She’s the Boss, y está compuesto por 9 tracks. Si bien el género dominante es el rock pop, cada una de ellas tiene un sello que la distingue. Los sonidos que arman estas canciones son tan variados como los músicos que intervinieron en la creación en su totalidad. En la lista de 31 artistas invitados por Jagger a colaborar, resaltan los de Pete Townsend (The Who), en la excelente y rockera Lonely at the Top, así como en la balada antes mencionada, Hard Woman; Jeff Beck (The Yardbirds), con latigazos intermitentes a lo largo del disco; Ray Cooper (Pink Floyd, Led Zeppelin), Carlos Alomar (Brian Eno, David Bowie); Herbie Hancock (Jaco Pastorius, Miles Davies).

Este abanico creativo da como resultado una exquisitez melódica esbozada mediante arreglos sonoros cuidadísimos, pertinencia en los coros y, por supuesto, la destreza con la que Jagger se mueve vocalmente en cada rincón de las piezas.

Al escucharlo, resulta imposible negar el contexto en el que este material fue concebido. She’s the Boss trae impregnada la esencia ochentera. Pero aquí hablamos de uno de los músicos más importantes en la historia del rock y quizá su voz más representativa. Las carencias que se le puedan achacar a esta etapa de transición musical -posthippie, postpunk-, en la que los sintetizadores colonizaron prácticamente todo terreno armónico, en la que el beat disco acaparó las mentes y por ende las pistas donde sus cuerpos bailaban; esas carencias, en She’s the Boss, brillan por su ausencia.

La primera declaración es la mencionada Lonely at the Top, pieza compuesta por el duo dinámico de los Rolling Stones: Jagger y Keith Richards. El ritmo pertenece al pop más convencional, sin embargo, el rasgueo blusero, preciso e incesante de la guitarra lleva la melodía a un piso superior. Esas intentonas por pintarrajear de rock el pop más inocente se hacen realidad a la mitad de la pieza, con el requinto virtuoso y agitado de Jeff Beck que simultáneamente deja al descubierto la innegable naturaleza de Jagger: todo lo que toca lo hace rock. 

Escucho una y otra vez a Jagger y su voz no deja de asombrarme. Nunca lo escuché más negro: su voz, su estilo, los acentos, los potentes tonos que emergen del diafragma, pero que pasan la aduana de una laringe educada, misma que agrega el toque de sutileza aguardientosa. Lo anterior se hace patente en el cadencioso funk del track 4, Turn the Girl Loose, en el que, al final, el cantante británico se engancha en un duelo con una voz femenina, evidentemente negra y, muy probablemente, neoyorquina.  Turn the girl loose, insiste Jagger, mientras ella reitera con potencia: Let me speak for myself, I won’t hurt nobody!

La influencia afroamericana está presente en varios momentos del disco. En canciones como Just Another Night, Lucky in Love, o la que da nombre y se encarga de cerrar el disco, She’s the Boss. En todas ellas se aprecia un toque pausado, blusero, que no repara en coquetear momentáneamente con sonidos de R&B.

En She’s the Boss, Mick Jagger logró desmarcarse de esa imagen endemoniada que portó como líder de los Rolling Stones todos esos y estos años. Hasta el más inmutable espectador es incapaz de mantenerse firme ante los embates bailables de, por ejemplo, el antepenúltimo track, Secrets.

Rock, disco, funk, rhythm and blues y hasta discretos asomos de rap, todo ello en esta joya que resplandece en una época en que la futilidad creativa era uno de sus sellos más distintivos. 

Texto dedicado a mi tío Salvador (Chava).



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